abaporu

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sábado, 8 de junio de 2013


CANCIÓN DE CUNA
Por Violeta Prieto Granada

Acogedor crujido de maderas, rítmico vaivén que en acompañamiento melódico entretejía notas con los latidos y la voz.

…Por la blanda arena
que lame el mar
su pequeña huella
no vuelve más…

Yo la miraba extasiada, abrazada a su pecho rebosante de emoción. La miraba desde abajo con la perspectiva de pequeña niña, con un oído pegado a su corazón y el otro abierto a la música que flotaba en el aire, meciéndome en el pequeño barquito atacado por las rítmicas olas del mar, dejándome llevar.

…Arrullada en el canto
de las caracolas marinas.
La canción que canta
en el fondo oscuro del mar
la caracola…

¿Qué podría pasarme? Sentía la seguridad de su calor y su inmenso amor, pero también su tristeza…

Te vas, Alfonsina,
con tu soledad.
¿Qué poemas nuevos
fuiste a buscar?
Una voz antigua
de viento y de sal
te requiebra el alma
y la está llevando…

Recuerdo su rostro clavado en el horizonte, me recuerdo mirándola, las dos inmersas en el mismo movimiento. Su cara era la figura contra el fondo teñido de manchas de velocidad, luces y colores de la habitación que se resumían en trazos y líneas; desde arriba para abajo, y desde abajo para arriba, percibir su perfume de siempre era sentir su nombre traducido en aroma y un sinónimo absoluto de seguridad.

La abracé muy fuerte esa noche, la abrace tanto que interrumpió por un segundo su canto, sus ojos me miraron y me rodeó con sus brazos. Nunca olvido el suéter rojo de punto cruz, de suave lana, tampoco olvido el frío de ese invierno y su calor. 

Sin pausa la mecedora continuaba la danza, y a Alfonsina se la estaba tragando el mar. Cerré los ojos y sentí que estaba allí junto a ella, mirándola desde mi cálido barquito, no te preocupes, el mar te arrullará como a mí, déjate llevar, es un sueño, un sueño con Alfonsina.

De pronto, la humedad de ese océano se hizo sentir en mis mejillas, dos pequeñas gotas me despertaron, me incorporo y la miro.

- Mami, ¿por qué estás llorando?  -pregunta una vocecita ronca de sueño.

Y por primera vez el vaivén se detiene, sus dedos se cuelan entre mis cabellos acariciándome y colocando mi cabeza de vuelta junto a su pecho. 

- Es por Alfonsina, la soledad se la llevó lejos…

- ¡No, mami, fue el mar, el mar la llevó, ella no sabía nadar!

Siento que me estrecha con fuerza y el palpitar de su corazón se acelera. 

- Sí, pero se encontró con las sirenitas y los caballos de mar, 
las olas la hamacaron en ese mundo de colores, de agua y de sal, se fue a vivir con ellos porque se sentía muy sola.

Hoy, después de tanto tiempo todavía lo recuerdo como si fuese ayer. Estoy segura que pensaba en su madre criándola lejos, en el exilio; también creo que se vio a ella misma cuidándome, condicionada por su propio exilio, acompañada de la soledad.

* Con citas textuales de la canción «Alfonsina y el mar»,  compuesta por Ariel Ramírez y escrita por Félix Luna.

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